La comunidad internacional desconfía abiertamente de los números que ha presentado el chavismo. En primer lugar, porque el oficialismo no ha ofrecido los datos concretos registrados en cada centro electoral. Y en segundo, al no haber demostrado que el retraso en el anuncio del conteo se debió a un hackeo proveniente de Macedonia del Norte, como denunció el fiscal general. Los países preocupados por la situación venezolana -de Estados Unidos a la Unión Europea o gigantes latinoamericanos como Brasil, Colombia y México- le exigen al Gobierno de Maduro que haga un recuento transparente, de la mano de auditores independientes, que despeje todas las dudas.
Hay mucho en juego. El chavismo debería ser el primer interesado en que se conozca la verdad de lo ocurrido esa noche, pues necesita de una victoria que le sea reconocida internacionalmente y le abra de nuevo las puertas de los mercados y las multilaterales. El chavismo no lo verbaliza, pero su condición de paria en la escena mundial molesta a sus dirigentes. Le ocurre lo mismo con la prensa extranjera, a la que ataca y desdeña constantemente y a la que, sin embargo, lee con mucho detenimiento. Esta era una ocasión para salir de este aislamiento con el que convive desde hace años, fuese con el actual presidente o con uno nuevo que normalizase la vida política del país. De hecho, estas fueron las principales razones para que se le pusiese fecha y se celebrasen estas elecciones, acordadas después de más de un año de negociación a tres bandas entre la oposición, el Gobierno y la Casa Blanca.